Dagmara Wyskiel llegó hace 14 años a chile, a la ciudad de Antofagasta específicamente, es una artista que decidió desarrollar su carrera y además de gestionar cultura en la región, encargada de organizar Senama de Arte Contemporáneo, SACO.
En su último trabajo, Juego Mixto, instaló una pelota de golf gigante en el impenetrable observatorio ALMA.
Una mujer de tez blanca y pelo rojo camina por el desierto. Lo hace en silencio, quizá qué cosas está pensando. Avanza y contempla el lugar, que más que el desierto de Atacama parece un pedazo de la Luna o de un planeta desconocido.
Era 1997, había venido a Chile desde Cracovia por un intercambio universitario, se había instalado un semestre en La Serena y todos sus cercanos le preguntaban si iba a ir al norte. Y le repetían eso: “Ahí sí que no hay nada”. Entonces para ella decir nada era decir un pastito, una vaquita, un riachuelo, unas ovejas; el paisaje que una persona ve si es que viaja por tierra entre países europeos. En eso pensaba Wyskiel cuando se subió al bus que la llevaría a Antofagasta. Era de noche, así que cerró los ojos, durmió y cuando estaba amaneciendo, abrió las cortinas y entendió, realmente, a qué se referían sus amigos: el desierto en su máxima expresión, grandes extensiones de tierra en las que no había nada —nada—.
La idea es que los niños aprendan haciendo —dice Wyskiel—, y que a través del arte pudieran entender mejor el lugar donde viven, sus necesidades, sus problemas.
Esculturas de sus propios rostros; fotografías de la plaza y del centro de la ciudad; dibujos y mapas que muestran los lugares que recorrieron, los problemas ambientales de la ciudad; grabados enigmáticos y bellos hechos con materiales que estaban ahí, en las mismas ruinas de Huanchaca.
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