En tiempos en que la proliferación de rayados y grafitis se ha convertido en una plaga que afea las ciudades, deteriora los barrios y afecta la calidad de vida de sus habitantes, su combate se ha vuelto una prioridad para muchos municipios a lo largo del país que han tomado conciencia del problema. Las fórmulas exitosas van desde ordenanzas enérgicas contra los infractores hasta alianzas con los propios responsables de ensuciar las paredes.
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