A pocos kilómetros de San Pedro de Atacama, se accede a su famoso salar donde el suelo parece estar compuesto por baldosas romboidales y el horizonte es infinito. En su interior, varias lagunas tienen vida propia a partir de sus propiedades increíbles.
Para realizar el trayecto hacia la laguna Cejar, que algunas guías turísticas aún designan con su viejo nombre: Cejas. Pasarás por la carretera que es de un material que llaman “vichufita”, compuesto por arcilla, sal, manganeso y agua.
En realidad, la laguna se deja ver mucho antes de llegar a ella, ya que se ve como una gran mancha de color turquesa en medio de la nada. Al acercarte, descubres que está rodeada por pajonales de fuertes colores verde y amarillo. Una paleta le imprime al espacio un efecto muy especial.
A pesar de estar ubicada a más de 2.000 metros de altura, te sorprenderán sus aguas agradables y casi tibias.
Lo más llamativo de esta laguna se desenvuelve gracias a las propiedades de las aguas salinas, ¡Sí! Con facilidad tu cuerpo se puede sostener por sí mismo sin hundirse. Según informan los guías, el alto nivel de salinidad hace que estas lagunas tengan una mayor capacidad de flotación que el mar Muerto.
Tres son los espejos de agua salada que componen la cuenca: Cejar, Piedra y Tebenquiche. Donde el atardecer te sorprende con sus colores pastel y las sombras propias de la puesta de sol.
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