La aldea ceremonial de Orongo, palabra que en Rapa Nui significa “El llamado”, se encuentra majestuosamente enclavada en una angosta franja de aproximadamente 250 metros; entre el borde del cráter del volcán Rano Kau y el acantilado que, con unos 300 metros, de altura se hunde abruptamente en el Océano Pacífico. Por este motivo Orongo goza del entorno más espectacular de toda la Isla de Pascua.
Durante el período de los moais y el culto a los ancestros, Orongo fue un centro ceremonial donde se practicaban ritos de iniciación e ingreso de niños y niñas a la edad adulta, pero nunca fue una aldea propiamente dicha. En ningún momento de la historia Orongo sirvió de residencia permanente, debido a su difícil acceso y a la falta de salida directa al mar, por lo que casi no se encuentran plataformas ni moais. No obstante, la mayor importancia de Orongo surgió junto con el culto al Tangata Manu (hombre-pájaro) y al dios Make Make, a fines del siglo XVII.
Cuando la crisis tribal por la falta de recursos devino en la pérdida de fe en los moais y en sus jefes y sacerdotes, la casta guerrera o matato’a se hizo con el poder originando una nueva religión basada en la Competencia del Hombre-Pájaro. En este nuevo orden, quién ostentaba el poder era determinado por sus proezas físicas y ya no por su rango o estatus. Fue en Orongo donde los sacerdotes y miembros de cada tribu, se reunían a presenciar la Competencia del Hombre-Pájaro, cuyo objetivo era hacerse con el primer huevo de manutara (gaviotín pascuense) y con él, obtener el poder para gobernar la isla durante un año.

Una de las primeras imágenes que se tiene al llegar a la aldea ceremonial, desde el mirador, es la de los tres motus o islotes, que hay frente a la costa. Estos son, Motu Kao Kao que significa “islote angosto” y es el que tiene forma de aguja; Motu Iti o “islote pequeño”; y Motu Nui o “islote grande” que fue el más importante de los tres, ya que era aquí donde los hopu manu o competidores, iban a esperar por el primer huevo de manutara. Subiendo por el sendero, se obtiene una vista muy completa de Orongo, lo que da idea de cómo fue esta aldea ceremonial con sus 53 casas hechas con piedra laja de basalto y conservando el típico diseño de las casas-bote que se puede encontrar a lo largo de toda la isla.
En el interior de las casas, los muros presentan pinturas con símbolos de mando, aves y remos de danza, hechos fundamentalmente en colores rojo y blanco. En la parte izquierda, tras el mirador, se pueden ver dos casas que se dejaron sin restaurar, en el estado en que estaban cuando el arqueólogo William Mulloy y un grupo de isleños hicieron la reconstrucción de la aldea entre 1974 y 1976. Las estructuras originales no sólo fueron dañadas por las inclemencias ambientales (el viento aquí es cinco veces más fuerte que en Hanga Roa), sino también por los primeros visitantes, que entraban en las casas y sacaban tablillas pintadas, que se llevaban en calidad de “trofeo”.

A continuación puede verse una casa que ha sido restaurada parcialmente, con las paredes completas pero el techo sólo hasta la mitad, lo que permite apreciar cómo era su estructura. Construidas con losas (lajas) de basalto (conocidas como keho) sacadas del interior del cráter, se hacían en base a muros dobles, esto es, con una pared interior, otra exterior y barro en medio de ambas; este tipo de edificación proveía una eficaz protección contra los fuertes vientos.
El área interior estaba constituida por un único espacio de forma elíptica que era usado exclusivamente para dormir, todas las demás actividades cotidianas se realizaban en las zonas abiertas de la aldea. Finalmente, la estructura se techaba con losas que se iban inclinando progresivamente hacia adelante y una gran piedra central que sostenía todo el peso del techo; la parte superior de este tejado se cubría de tierra y césped para proteger el interior de la lluvia y fortalecer toda la estructura.

Al recorrer la hilera de casas restauradas, se verá que casi todas sus entradas miran en dirección a Motu Nui, el lugar donde se desarrollaba la Competencia del Hombre-Pájaro. Las entradas eran notablemente pequeñas y obligaban a entrar casi de rodillas, esto aseguraba a sus moradores la protección contra las inclemencias del clima y que sólo pudiera entrar una persona a la vez, haciendo las casas más fáciles de defender en caso de ser necesario. Algunas de las casas tienen varias entradas y otras están conectadas entre sí, como las madrigueras de los conejos.
Al lado izquierdo, antes de la bajada, hay una casa grande con cuatro entradas independientes, conocida como Taura Renga. De esta casa, en 1868, la tripulación del navío inglés Topaze extrajo el famoso moai, al que los nativos llaman Hoa Hakananai’a (que significa “amigo robado o escondido”), y que actualmente se exhibe en el Museo Británico de Londres. Esta escultura de 2,5 metros de alto, a diferencia de la gran mayoría, fue tallada en basalto y es una pieza única en su género, con infinito valor histórico. Tiene talladas en su espalda figuras que representan el ritual del Hombre-Pájaro y símbolos de la fertilidad, por lo que encarna el sincretismo entre el período de los moais y el período del culto al Tangata Manu. Se cree que tuvo un papel importante en la ceremonia de coronación de los vencedores de la competencia.

Las casas de Orongo se extienden a lo largo de varios niveles hasta la península formada por el cráter y el acantilado donde el espacio se vuelve tan angosto que sólo cabe una hilera de casas al borde del despeñadero. La última casa de la aldea, tiene un emplazamiento conmovedor, en el filo entre el acantilado y el borde del cráter. Es conocida con el nombre de Mata Ngara’u, y estaba destinada a los sacerdotes que oficiaban las ceremonias en honor a los dioses y recitaban las tablillas Rongo Rongo, durante el mes que duraba la celebración del Tangata Manu. A diferencia de las demás casas, ésta tiene muchas entradas dispuestas en semicírculo.

Una de las cosas más sorprendentes, es que en cada una de las rocas que se encuentran frente a esta casa, hay grabados varios petroglifos que representan a Hombres-Pájaro, al dios creador Make Make y komaris (símbolos de la fertilidad femenina). La estudiosa estadounidense, Georgia Lee, experta en arte rupestre, llegó a contar hasta 1.700 petroglifos en este lugar, lo que lo convierte en el sitio más importante de petroglifos de toda la Isla de Pascua. Lamentablemente el acceso a esta zona está restringido por la fragilidad de la edificación, ya que para acceder a los grabados se tiene que caminar sobre lo que constituye el techo de la casa Mata Ngara’u.

Si se mira con atención se notará que el diseño de los ojos y la nariz de la figura del dios Make Make tiene claras connotaciones fálicas, lo que es natural tratándose de un dios que representa la fertilidad, la reproducción y la abundancia; un dios que cobró mucha importancia en la medida que los recursos de la isla comenzaron a escasear. A la espalda, se puede distinguir el recorrido que seguían los competidores para llegar a Motu Nui. Bajaban por el interior del cráter, siguiendo un camino angosto hasta llegar a Kari Kari, que es la parte “mordida” en la pared del cráter, desde donde descendían por el acantilado hasta el mar y nadaban los 2 km que hay hasta alcanzar el motu. El mayor peligro de este recorrido no sólo era el riesgo de desbarrancarse, sino también la posibilidad de encontrase con tiburones mientras nadaban hacia su destino.

Desde Mata Ngara’u, siguiendo por el camino que bordea el cráter, hay unos escalones desde cuya parte más alta pueden verse varias hileras más de casas. No se sabe a ciencia cierta, pero es posible que el estatus de la tribu determinara quienes tenían derecho a ocupar las casas con mejores vistas al mar y al Motu Nui. Finalmente, en el camino de regreso, justo en la confluencia de ambos senderos, pueden verse los restos de un pequeño ahu, que es el único en Orongo. Por su tamaño y diseño sencillo, se trata de una construcción muy antigua. Las depresiones en la roca frente a la plataforma, tuvieron una finalidad que no se ha podido determinar. Algunos estudios hablan de puntos de referencia astronómicos, sobre todo porque el ahu se alinea con la península de Poike, en el extremo este de la isla, pero es sólo una teoría sin comprobación.
Debido a la fragilidad de este sitio arqueológico, las inclemencias del clima de la zona y las acciones poco responsables de los visitantes, en la década de 1990 Orongo estuvo en la lista del World Monuments Fund, como uno de los 100 sitios más amenazados del mundo, pero esto cambió cuando se estableció la ruta actual a través de senderos bien definidos y se limitó el acceso a las zonas más vulnerables. Como norma del Parque Nacional Rapa Nui, cada visitante tiene que registrarse a su llegada, en el centro de visitas de la Conaf, abonar la entrada o presentar el comprobante de haberlo hecho anteriormente. Este, al igual que Rano Raraku y el aeropuerto, es uno de los lugares donde se puede pagar la entrada al Parque Nacional, la misma que tiene una validez de 5 días y permite repetir las visitas las veces que se quiera.
El valor de las entradas es de US$20 ó 10.000 pesos para chilenos y residentes en el país, US$60 ó 30.000 para extranjeros y de US$10 ó 5.000 pesos para niños.
Fuente: Imagina Isla de Pascua
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