Situado en las alturas de los Andes en la frontera con Argentina y rodeado por verdaderos muros de granito, hay un pueblo lleno de historias junto a una extensa e idílica laguna de la que, hasta ahora, pocos sabían.
Si estás acostumbrado a surfear empujado por el viento frente a playas de relucientes arenas, quizá no pienses en las alturas de los Andes a la hora de practicar tu deporte favorito. Espera a que te contemos sobre Icalma y es muy probable que cambies de idea y quieras ir a ver con tus propios ojos esta maravilla andina.
Acostumbrados a un paisaje con enormes picos volcánicos y extensos lagos de agua dulce, los chilenos tienen cierta tendencia a descartar cualquier macizo de roca que no esté coronado por nieves eternas, llamándolo simplemente ‘cerro’, y a cualquier cuerpo de agua que no se pierda en el horizonte llamándola sencillamente ‘laguna. Desde esta perspectiva, Icalma es una laguna tal como el Cerro San Ramón, que se empina detrás de los rascacielos de Santiago, es para los santiaguinos un ‘cerro’.
Aunque Icalma, se encuentra a una altitud de 1.350 metros, rodeada de boscosas montañas y grandes volcanes de piedra desnuda, no es necesariamente el tamaño o la belleza de sus solitarias playas de arena lo que más te impresionará al conocer esta laguna, sino su profundidad.
Bastará con que des un par de brazadas alejándote un poco de la orilla para que el fondo de arena se desvanezca bajo tus pies. Las aguas provenientes de los deshielos de alta montaña son increíblemente claras y transparentes. Pero aquí la profundidad de la laguna puede más.
Icalma es de una profundidad sobrecogedora, que te hace sentir como si estuvieras flotando en el vacío del espacio exterior, y no se necesita mucha imaginación para pensar que ese abismo sin fin podría ocultar antiguos e insospechados secretos…
La gente de la comunidad suele contar historias acerca de una supuesta expedición de científicos de la NASA en busca de peces no evolucionados desde el principio de los tiempos y con aspecto prehistórico o seres acuáticos similares al mismísimo monstruo del lago Loch Ness.
Los habitantes de Icalma relatan numerosas fábulas, no sólo sobre la laguna sino sobre los bosques y montañas y sobre las extrañas criaturas y seres humanos que supuestamente los habitan. Sus historias son parte de la tradición indígena pehuenche, habitantes originarios del lugar, y la cultura pehuenche se mantiene viva y fuerte en Icalma.
Chano, mi vecino de cabaña, me llevó una tarde a escalar una ladera, y mientras subíamos me habló de cierto animal con el que él se había topado unos días antes. Según él, la bestia se parecía a uno de los muchos pumas que él ha visto merodeando por la montaña, solo que más grande y con líneas oscuras. Según Chano, el animal que se le acercó sin temor solo podría haber sido un tigre.
El hijo de Chano también tenía historias que contar. Mientras atravesamos remando la laguna para ir a buscar víveres a una cabaña en la orilla opuesta, me entretuvo con relatos de desventura y traición que acortaron considerablemente nuestra travesía.
Disfrutar Icalma en todas sus facetas y oír las historias que relatan los habitantes del pueblo, requiere tiempo. Eso sí, aunque te quedes semanas, al momento de partir sentirás inevitablemente que hay allí profundos secretos que apenas alcanzaste a vislumbrar.
Para alojar hay pintorescas cabañas de madera, la mayoría equipadas con estufas a leña para frenar el frío de la montaña. Puedes arrendar ahí mismo kayaks para disfrutar una experiencia acuática y acercarte a las islas cubiertas de pinos que aguardan en medio de la laguna.
Si buscas algo más asequible, recomendamos dos lugares para acampar a orillas de Icalma, uno más cerca del pueblo y el otro en la playa.
Icalma se encuentra en la región chilena de la Araucanía, cerca de la frontera con Argentina. Para llegar allí, debes ir por la Ruta 5 Sur, tomar el desvío a Curacautín por la Ruta I-89, seguir hacia el pueblo de Lonquimay, y luego tomar la vía hacia el paso Liucura, cruce fronterizo con Argentina, y desde allí, sin cruzar el paso, tomar un camino de tierra hasta Icalma.
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