Andar a caballo es una terapia en sí mismo, pero si a esto le suma un paisaje agreste en medio de la cordillera, increíbles vistas panorámicas, escuchar un relato sobre la historia del lugar que se está recorriendo y un intenso galope para obtener una buena cuota de adrenalina, la experiencia se transforma en una vivencia única e irrepetible que sin duda se conservará para siempre en su memoria.
Esta es la propuesta que Juan Tapia tiene preparada para sorprender al turista que se acerca a su establecimiento en Futrono, Lago Ranco, décima región y que desee realizar una salida por los Andes en auténticos caballos chilenos por el Cerro Pumol, que se encuentra rodeado por el río Quimán y el río Coique. Las cabalgatas se pueden programar para que sean de una, dos o tres horas, según las ganas que se tengan de montar.
El guía baqueano demuestra que los caballos que utiliza están domesticados y son ideales para el uso familiar. Para ello se vale de unas cuantas pruebas, en las que permanece parado en el lomo del animal, hace que muestre sus dientes y pasa por detrás del caballo para demostrar que son mansos y que no tiran patadas.
Los aperos de montar que aquí se utilizan son de primera calidad. Los cueros, riendas y estribos son lo suficientemente cómodos como para empezar la cabalgata cuanto antes.
Durante el recorrido se observan trabajadores rurales que transportaban madera ayudados por bueyes y con vacas lecheras junto a sus terneros. A paso cansino pero continuo se alcanza el punto más alto de la expedición. Juan habla sobre la historia de los primeros pobladores del lugar.
Luego de atravesar la perenne jungla, una impresionante vista panorámica se abre ante sus ojos. Las turquesas aguas del lago Ranco parecían desparramarse inmensamente. La cordillera con sus picos nevados es el marco ideal para contener aquella imagen. En silencio unos instantes se escucha el sonido del viento y el canto de las aves.
Fuente: Welcome Chile
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