Aucar es una pequeña isla que está cerca de Quemchi, en una comuna norteña de Chiloé. Es también llamada “La isla de las almas navegantes” pues un escritor chileno conocido, nacido y criado en este lugar, Francisco Coloane; la bautizó así pues asimiló la isla como un lugar donde habían muertos enterrados, esperando zarpar algún día.
Esta explicación es acertada, pues la Isla Aucar es un territorio rodeado de mar que está muy cerca de territorio firme (Cercanías de Quemchi), y las mareas hacen que a ratos la isla esté unida con esta tierra firme, donde se puede llegar caminando a esta isla, y cuando sube la marea, la isla se separa. Por esto parece un barco listo para zarpar.
Lo de “muertos enterrados” o “almas”, es que la isla es en gran parte un centro ceremonial con un cementerio pequeño, donde la memoria de muchos de los que se les murieron sus seres queridos está unida a esta isla. También hay una iglesia pequeña y un jardín botánico, lo que le da sentido a una pequeña porción de terreno en el mar.
Pero entre todas estas pequeñas maravillas, hay algo que le da misticismo a la isla: es un gran puente de madera nativa de 500 metros de longitud, y de 2 metros de ancho que permite llegar a la isla más fácilmente caminando a través de ella. Fue construida en los años ’80 para que en cualquier momento se pudiera atravesar a la isla, estando alta o baja la marea, y sobre todo para las celebraciones religiosas que se hacen aquí.
El puente tiene una estructura bastante sencilla, pero se repite en un montón de ocasiones, haciendo que se convierta en una “cadena” de madera muy bella, formando una línea recta que se contrasta con las curvas del paisaje, pero que interactúa con la línea del mar. Es una gran experiencia cruzar un puente para llegar a un terreno que aparentemente se ve imposible llegar a él.
Acercándose al mismo puente, aparecen las vetas de la madera desgastada por el tiempo, que la hace ponerse gris. Cuando uno va caminando por este lugar, generalmente todo el rato uno está mirando hacia abajo, porque las tablas gruesas están ligeramente separadas, y al fondo se ve el mar. La parcial vejez de la estructura, hace que uno tenga una actitud distinta al transitar por el puente, más pausada y observadora.
Ya de lejos se ve el pequeño pedazo de tierra, con muchos árboles, pero que en la mayoría son álamos; especies no autóctonas de Chiloé.
Ya entramos a la Isla Aucar. Aparece una hilera de álamos que reciben al visitante, con un letrero de madera, grande, que dice “Isla Aucar, la Isla de las Almas Navegantes”. Luego se ven muchas plantas ornamentales, cada una con su nombre grabado en madera, un letrero de bienvenida, y un camino de pasto medio misterioso. Más allá, hay un cementerio rodeado por rejas de madera, y una gran explanada con una iglesia lejana y pequeña
En realidad, uno se da cuenta que la isla Aucar es un pequeño cerrito. En la parte más alta, y después de subir una pequeña cuesta, se ve la sorpresa: la explanada y la iglesia lejana. El lugar está rodeado de árboles apretados, y ni se percibe la sensación de estar en una isla, pero detrás de esta vegetación está la playa en un bajo.
Fuente: Inquietudes
Discussion about this post