Se ubica en las cercanías del pueblo lacustre de Coñaripe, con acceso desde el camino que une esa localidad con Panguipulli (Ruta T-243-S), a 3 kilómetros de distancia, y por la ruta desde Coñaripe a Liquiñe (Camino Internacional al Paso Carirriñe) a través de las termas Eco Pellaifa. Es un cuerpo de agua pequeño, contando con una extensión de menos de 2 km, rodeado de cerros en gran parte de sus bordes, lo que le otorga riveras escarpadas, excepto por los extremos sureste y oeste, donde se encuentran los afluentes y efluentes del lago.
Pellaifa, me han dicho los lugareños, significa “escarcha” en mapudungún (lengua mapuche). Y, a pesar de ese nombre, este pequeño lago de poco más de 7 kilómetros cuadrados de superficie, dicen sus vecinos que regularmente tiene una temperatura unos grados por encima de sus vecinos lacustres. Según cuentan los vecinos de la zona, por la descarga de algunas fuentes desde las fuentes termales ubicadas aguas arriba, y por su pequeño tamaño, que le vale la denominación de “laguna” en algunos mapas.
En la ribera oeste, al final de un camino vecinal de acceso público está la playa. Pequeña comparada con otras del destino, pero siempre limpia y con la característica única en la zona de su peculiar vista a los restos de un bosque sumergido debido al cambio del suelo ocurrido en el terremoto de 1960, que también sumergió una vivienda.
Entre las actividades más comunes se pueden mencionar las cabalgatas por la ribera del lago, recorrido que también puedes hacer en bicicleta o caminando, siguiendo los senderos que los lugareños han despejado para beneficio de los visitantes. También se puede un arrendar kayak y recorrer las limpias superficies del Pellaifa, o equiparte para hacer snorkeling y recorrer sus profundidades viendo los restos del bosque hundido y de la casa que antiguamente se ubicada en lo que fue el borde del lago.
Fuente: Ansias Nómadas
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